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Cuando dos personas realmente se aman, se siente, se nota, sale por los poros, no necesita de palabras, simplemente está ahí. Invisible pero intensamente perceptible y hermoso. Existe complicidad, admiración, buen humor, respeto, comprensión y solidaridad. La auténtica libertad hace que ese amor sea sincero, espontáneo, optimista, compasivo y consolida una relación en la que no hay espacio para la vergüenza, el miedo, los reclamos, ni mucho menos para manipulaciones, críticas, ofensas, burlas o amenazas. Hace que la pareja se convierta en algo más… en un equipo para el que la pregunta obligatoria es ¿qué puedo hacer para que tu día sea mejor? Lo más fabuloso es que todo se hace desde un amor que viene del alma y el corazón, no desde el ego.

¿Pero qué ocurre cuando la relación de pareja fracasa? Independientemente de las razones, cuando surge la impresión de que todo está perdido, suele pasar que uno de los dos entra en desesperación y comienza a hacer de todo para demostrar su amor. Y es que para muchos se hace imposible asumir con tranquilidad que la pareja desea apartarse o ha dejado de amarte. El asunto se hace más difícil cuando la parte que quiere terminar con la relación cambia su comportamiento, sus actitudes y empieza a ser indiferente porque decidió vivir su vida a su manera. Ese quiebre incrementa la ansiedad de quien se aferra a la relación y explota una titánica y sofocante batalla por preservar lo que ya no tiene salvación.

¿Por qué se llega a ese punto? La falta de comunicación suele ser la raíz de todas las crisis. Más seguido de lo que muchos piensan, ocurre que la persona que en algún momento se sintió incómoda por un comportamiento o trato de su pareja jamás expreso su desagrado. Simplemente decidió aceptarlo como una conducta normal, entendiendo que cada uno copia modelos de sus padres o del entorno donde vive. Con el tiempo, la situación fue haciéndose cada vez más insoportable, en la medida en que la parte afectada comenzó a cuestionarse internamente su amor propio y a preguntarse hasta cuando estaría dispuesto a tolerar la violencia contra su dignidad. En esa guerra de pensamientos vienen preguntas como ¿esto es lo que me merezco? o ¿Vivir así es normal?

Pues bien, te tengo noticias, eso no es natural. Uno no puede ir por la vida tolerando cosas como la falta de respeto, el menosprecio, la burla o que te ofrezcan todo a medias. Viniste a este mundo a ser feliz, sea solo o acompañado, pero a ser feliz contigo mismo, amándote por encima de todo. La verdad es que solo queriéndonos muchísimo a nosotros mismos lograremos atraer el amor de los demás. Es algo así como que la belleza externa viene de la belleza interna, de ser pleno contigo mismo, de tener la absoluta certeza de que eres capaz de lograr lo que te propongas, siempre con fe y con mucha calma.

Eso se llama autoestima y juega un papel muy importante. Es el elemento que te permitirá poner un alto a la falta de respeto de otros o te llevará a tolerar esos abusos; porque simplemente crees que te lo mereces o porque sientes que no puedes cambiar la forma de ser de esa persona. Si aceptas ese tipo de situaciones desgastantes, terminarás viviendo en un círculo vicioso tóxico y doloroso en el que reina el temor, la desconfianza, la burla, el rencor, el abuso y la negatividad. Cuando abras los ojos y decidas rescatarte, te darás cuenta de que va a ser difícil salir de allí. Sin embargo, no será imposible dejar atrás esa pesadilla. Si eres firme en tu decisión, encontrarás las fuerzas para lograrlo, porque de lo contrario terminarás enfermo del cuerpo y el alma. Así que, mi sugerencia para los que están teniendo esta difícil experiencia es: suéltate, déjate ir, corre por tu vida. Si no lo haces, tendrás una muerte lenta y dolorosa.

Todos los seres humanos tenemos defectos y virtudes. Así que nunca, pero nunca, te sientas culpable de nada. Hónrate sobre todas las cosas, siéntete orgulloso de quien eres, supera tus miedos y obstáculos, sigue adelante y busca la mejor versión de ti mismo. No puedes vivir en ambiente que te daña, que te tortura, que te duele, solo porque deseas permanecer en tu zona de confort. No puedes vivir a base de criticas y humillaciones. ¡Basta ya de eso! La vida se encargará de todo, según sea la decisión que tomes.

Ninguna persona puede retener a otra, anularla, u ofenderla. Tampoco puede hacerla sentir culpable de todo lo que sale mal o herirla porque se está herido. Pero más inaceptable es que alguien acepte esa serie de injusticias y termine viviendo con rencor, esperando por una verdad que nunca llega, para tomar la decisión de soltar una relación viciada. Déjame decirte, si es tu caso, que en realidad ustedes dejaron de estar juntos desde hace mucho tiempo.

Debemos ponernos la mano en el corazón y analizar profundamente qué es lo que nos conviene, qué es lo mejor para cada uno, incluyendo nuestros hijos. Por eso, para minimizar el daño, debemos tomar control de la situación y asumir con hidalguía la realidad para seguir adelante. Comprendamos que nadie es mejor o peor que el otro. Cada uno es como es y, desde su esencia natural, cada uno tiene derecho a ser feliz. Así que, como adultos responsables, debemos ser capaces de resolver nuestros conflictos y encontrar lo que consideremos es nuestra felicidad. Eso sí, tomen siempre en cuenta que el verdadero amor es libre, incondicional e imperfecto.

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