Empoderamiento

Mientras menos atentas estemos a lo que ocurre a nuestro alrededor, más propensas estaremos a no identificar cuándo somos víctimas o cómplices de violencia. Según la psiquiatra Heidi Saavedra Pérez, especialista en violencia de género estas son algunas de las lamentables situaciones que más comunes:

 

  • Cuando yo tengo un novio que para referirse a mí me dice “mi putita” “mi zorrita” o “¿qué paso ahuevada?, ven acá” y yo me río o no le digo nada, estoy permitiendo la violencia. Cuando tengo una amiga que tiene una pareja que le mete una cachetada “de cariño”, le toca las nalgas y ella lo acepta, y de paso yo no le digo nada, ambas estamos cayendo en violencia. Si un adolescente piropea a una muchacha porque tiene un vestido corto y la chica se molesta, pero los amigos y amigas le dicen que no es para tanto, que no sea amargada, que no pasa nada, aunque eso la moleste, todas esas personas están apoyando la violencia.

 

Todas las mujeres tenemos derecho a decidir qué escuchar y qué no. Por ejemplo, puedes rechazar los comentarios de aquellos hombres que en la calle te digan “qué guapa eres”, te lancen un beso, o te lancen improperios. No tienes por qué tolerarlo y mucho menos sonreír ante una situación que te incomoda. En la medida en que la sociedad permita estos comportamientos, se estará entrando al terreno de la violencia de género.

 

El principio y el fin

Saavedra afirma que, aunque no nos damos cuenta, “la violencia inicia en el colegio y en la universidad”.  Se manifiesta con el bullyingentre compañeros y amigos, continúa con las relaciones sentimentales en las que se permiten pequeños actos de maltrato, y se consolida cuando esos abusos pasan de lo sublime a lo inverosímil.

 

Aunque comparto esta apreciación, mi experiencia me enseñó también que una relación de amor, respeto y admiración entre padre e hija es la base para que ella crezca como una adulta exitosa, capaz de tener relaciones más estables. Una mujer que alimente su amor propio se convertirá en una “Mujer de oro” tal como refiere Maritere Lee en su libro Una cita conmigo misma.

 

En las relaciones de pareja, la violencia inicia con la aceptación de los golpes físicos, la manipulación emocional y la económica. También con acusaciones como “si no te acuestas conmigo, es porque te acuestas con otro”. Incluso hay hombres que, se atreven a argumentar “hagámoslo por atrás para que así no pierdas la virginidad”. Se que luce feo, que hasta te puede ofender leer esto, pero es una realidad latente.

 

Caer o no en este tipo de situaciones dependerá de cuánto amor propio tienes, de lo que crees que te mereces o consideras puedes permitir. Las vivencias de tu infancia y adolescencia determinarán la tolerancia que tienes frente a la violencia, si la ves como algo normal o parte de tu vida.

 

Gaslighting

La psiquiatra nos ilustró sobre una nueva terminología, al menos para mí lo fue, que proviene de una película de los años 70: El Gaslighting.

 

  • Se trata de una forma muy sutil de violencia porque no hay golpes, no hay palabras sucias, no hay agresión psicológica o emocional obvia o notoria. Sin embargo, esa violencia casi imperceptible se da porque una persona va quitándole valor a las emociones y opiniones de la otra persona. Por ejemplo, la esposa le dice al esposo: “Mi amor, yo creo que deberíamos abrir un negocio en la nueva plaza”. El esposo le responde: “Mira mi vida, deja que yo me ocupe de los negocios. Tú sabes que eso no es para mujeres. Además, tú estás tan enredada con la casa y con los niños, que no estás mentalmente apta para ocuparte de un negocio”.

 

No le dijo bruta, no le pego, no la ofendió, no le grito; pero la desvalorizó y minimizó totalmente. Lo peor, ella se lo creyó. Otro ejemplo:

 

  • La mujer dice: “Amor, en el trabajo hay alguien que me molesta, me mira con lujuria, me acosa”. El esposo responde: “Deja de ver fantasmas donde no los hay, deberías ir al psicólogo para que te atienda porque pareciera que estas algo trastornada o loca”.

 

Es tan sutil este modo de maltrato que, sin darme cuenta, voy llenando mi mente de lo que me dicen. Me voy creyendo todo hasta que, finalmente, quedo en el psiquiatra porque la verdad es que dudo de mí, de si realmente estoy o no en lo correcto o si los demás tienen razón. Al final lo que sucede es que tu autoestima esta tan desmoronada que no puedes distinguir el daño que te han ocasionado, explica la especialista.

 

Saavedra afirma que a su consultorio le llegan pacientes que sufren de depresión y ansiedad. Cuando le relatan la historia de su vida, queda al descubierto en qué momento apareció la violencia. Suele ocurrir que la persona no pudo identificar a tiempo que estaba siendo una víctima. Y esto pasa porque desde pequeños nos programaron para ser tolerantes, para asumir que no pasa nada cuando alguna “bromita” se hace presente.

 

Por eso, al llegar a adultas, algunas tienden a permitir a su pareja ciertas actitudes como la burla o los “pequeños” insultos. Pueden ver normal un empujoncito, una nalgada o un pellizco. Incluso aceptan que les digan cosas como: “bruta, esto no es para ti”, “anda a lavar los platos y cuidar a los chiquillos que no sirves para otra cosa” o el típico “conducir es para hombres”.

 

Lo más difícil de manejar en toda esta historia es que en la sociedad prevalece la creencia de que la mujer que permite la violencia es porque le gusta. Incluso, podemos ver que algunas mujeres son incapaces de mostrar un ápice de solidaridad para con sus hermanas mujeres. Y es así como en la vida cotidiana las mujeres terminamos no solo intentando combatir el patriarcado, sino sobreviviendo a la competencia y rivalidad que existen entre nosotras.

 

En una próxima entrega, te hablaré de otros signos de la violencia de género expuestos por la especialista y cómo podemos combatir este flagelo.

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